“No quiero caridad ni filantropía, quiero que la sociedad actúe”

“No quiero caridad ni filantropía, quiero que la sociedad actúe”

24/10/2019 - 21:15

Redacció

Entrevista. Conversamos con Sunitha Krishnan, activista india contra la violencia sexual y el tráfico de personas con fines de explotación sexual.

Aprovechando su paso por Barcelona en el marco del proyecto “Ciudades defensoras de los derechos humanos”, entrevistamos a Sunitha Krishnan, referente mundial en la lucha contra el tráfico de seres humanos con fines de explotación sexual. Hace una semana que recorre el territorio catalán participando en debates y encuentros, ofreciendo charlas a jóvenes y atendiendo a los medios de comunicación de los municipios de la red que la han invitado como una de las dieciséis “defensoras” de los derechos humanos que este año forman parte del proyecto. Además, también ha tenido ocasión de encontrarse con profesionales que hacen trabajos similares al suyo.

Sunitha, tu dedicación al tema de la violencia sexual tiene uno de sus orígenes en tu propia experiencia de violación. Sin embargo, ¿antes ya habías empezado a preocuparte por los colectivos más excluidos?

Sí, desde siempre me he sentido cerca de las personas que lo tienen más difícil para salir adelante. Y sí, a los 15 años sufrí una violación colectiva, y como consecuencia de ello viví de cerca efectos “colaterales” que me hirieron: la estigmatización y el aislamiento durante los años siguientes. La rabia por esta situación me llevó a luchar contra las agresiones, pero también contra la victimización y la reacción de la sociedad, que, como digo a menudo, calla o, peor, aparta a estas mujeres y niños.

“Los hombres que hacen estas cosas horribles viven entre nosotros”

Dices que no solo son culpables los explotadores y los agresores, sino que interpelas a toda la sociedad.

No puede ser de otro modo: los violadores, los que compran sexo de esclavas, los que trafican con niños y niñas son evidentemente culpables y se los tiene que perseguir, pero yo, desde mi posición, ahora ya con proyección, apelo a la reacción de las personas para detener estos crímenes. Los hombres que hacen estas cosas horribles viven entre nosotros, y no solo hablo de la India, ¿cuántos hombres europeos se van a los países del sur y compran sexo con adolescentes, niños y niñas esclavos? Hablamos de una lacra que afecta a todo el mundo.

También pides que, como sociedad, aceptemos a las personas supervivientes, que es como llamáis a las personas a las que habéis rescatado.

Las llamamos personas supervivientes porque las empodera más. Han sido víctimas, pero no tienen que serlo toda la vida, tienen que encontrar su lugar en nuestra sociedad, tienen que poder vivir una vida plena y digna. Y justamente para que puedan vivirla es necesario que la sociedad las acepte, las contrate, las quiera a su lado y no las aparte. Por eso hacemos también una labor con entidades, escuelas, etc.

Y, por lo tanto, es más importante que actuemos como sociedad que que paguemos dinero y nos olvidemos de ello. Dices que no quieres caridad ni filantropía.

No quiero que la gente se lave la mala conciencia. El dinero se necesita para sacar adelante ciertas actuaciones, pero no tiene que ser la manera como las personas se quiten el sentimiento de culpa y piensen que ya está todo arreglado. Necesitamos la implicación real de la gente, en el ámbito político y también personal, para erradicar el tráfico de personas con fines de explotación sexual y no dejar que ninguna situación pase frente a nuestros ojos sin denunciarla. Ese, para mí, es el mayor reto.

Una de las cosas que sorprende más del trabajo que hacéis en la ONG que fundaste, Prajwala, es que forméis a mujeres y jóvenes en trabajos tradicionalmente realizados por hombres, incluso aquellos que requieren cierta fuerza física.

Todo lo que hacemos en Prajwala, ya sea con la víctima o con la superviviente, tiene que contribuir a la recuperación de la persona y si seguimos con las tradiciones que ponen a las mujeres por debajo de los hombres, las devolvemos al lugar de donde quieren salir. Me explico, hace unos años pensamos que el trabajo no debería ser solo un trabajo, sino que tenía que servir para incrementar también la autoestima, la confianza en la propia fuerza. Y un trabajo que tradicionalmente realizan los hombres es perfecto: demuestran a la sociedad y a sí mismas que no solo pueden estar al mismo nivel que los hombres sino también por encima. De hecho, tenemos casos de chicas que son tan buenas que las acaban reclamando en puestos de trabajo. No buscamos la compasión en los puestos de trabajo, porque es subjetiva. Buscamos que tengan las competencias y las capacidades, que es algo objetivo. Estas mujeres han sido sometidas y pisoteadas por los hombres, por el patriarcado, y ponerse por encima les aporta mucha fuerza. Las formamos para que sean carpinteras, soldadoras, albañiles, conductoras de taxis y otros tipos de perfiles, y la verdad es que acaban siendo muy buenas en estos oficios.

“Cuando un niño pequeño a quien has podido sacar de las manos de sus captores te ve y viene corriendo a abrazarte con luz en los ojos, no necesitas nada más para seguir”

¿Cómo se puede vivir tratando todos los días con las terribles vidas de estas personas maltratadas, violadas y torturadas? ¿Cómo se puede creer en la humanidad?

No quiero decir que no es duro, pero no te puedes imaginar cómo es de intensa la otra cara de la moneda. Cuando un niño o una niña pequeña, de 5 o 6 años, que ha sido violada repetidamente y a quien has podido sacar de las manos de sus captores te ve y viene corriendo a abrazarte con luz en los ojos, no necesitas nada más para seguir. Y tenemos muchos momentos como este. Mira, incluso en otros contextos también nos cargamos de energía positiva: ayer mismo, en una escuela que visitamos, aquí en Cataluña, uno de los niños que me escuchaban levantó la mano al final y dijo que no entendía cómo se podía ser tan cruel y que como hombre se dedicaría a luchar contra esta lacra. Me emocioné.

El viaje organizado por las Ciudades Defensoras de los Derechos Humanos os ha llevado a dieciséis defensoras de los derechos humanos por toda la geografía catalana, pero también te ha permitido encontrarte con ONG que luchan, como tú, contra el tráfico de seres humanos. ¿Habéis encontrado coincidencias en las maneras de trabajar?

Por supuesto, aquí se hace un trabajo muy bueno y coincidimos en que el objetivo es reparar a la persona y su dignidad para que pueda reinsertarse en la sociedad con plenitud de derechos. Sin embargo, el punto de partida es diferente: aquí muchas de las mujeres explotadas sexualmente son extranjeras y una parte importante del trabajo es acompañarlas en las gestiones para solicitar protección internacional, mientras que allí, en Hyderabad, las chicas son sobre todo indias. Pero los tres pilares de la rehabilitación son muy parecidos: recuperación psicológica, económica y de los derechos civiles perdidos.

Tu trabajo obviamente no gusta a las bandas que trafican. Te han pegado y te han amenazado. ¿Cómo se convive con el miedo?

No tengo miedo. Sé que un día me matarán, pero hasta ese momento lucharé. No dejaré que se salgan con la suya. No dejaré de perseguirlos y denunciarlos. No dejaré de rescatar a mujeres y niños.