Éxitos y próximos retos del programa pionero de acogida de personas solicitantes de asilo, Nausica

Éxitos y próximos retos del programa pionero de acogida de personas solicitantes de asilo, Nausica

20/06/2020 - 08:10

Oriol Bosch

Asilo. Después de casi cuatro años en funcionamiento, y conmemorando el 20 de junio, Día Mundial de las Personas Refugiadas, revisamos el programa complementario municipal de atención integral a personas solicitantes de asilo: Nausica.

Después de casi cuatro años en funcionamiento, y conmemorando el 20 de junio, Día Mundial de las Personas Refugiadas, revisamos el programa complementario municipal de atención integral a personas solicitantes de asilo: Nausica.

A finales del 2016 y en el marco del plan “Barcelona, ciudad refugio”, varias entidades y el Ayuntamiento de Barcelona empezaron a trabajar conjuntamente para ofrecer una solución a las carencias del sistema estatal de ayuda a personas solicitantes de protección internacional y, al mismo tiempo, demostrar que otra política de acogida es posible. Nacía Nausica, un programa que ofrece atención social integral a personas que acaban o han sido excluidas del programa estatal sin haber alcanzado un grado óptimo de autonomía para vivir en su ciudad de acogida.

Nausica ofrece un conjunto de servicios diferenciados y adecuados a las necesidades de las personas usuarias en un dispositivo de acogida con plazas de estancia temporal que incluye: cobertura de necesidades básicas y un plan de trabajo integral e individualizado con un amplio catálogo de servicios que incluyen apoyo social, psicológico y profesional; aprendizaje de lenguas; orientación jurídica, formativa y laboral; y acompañamiento en la escolarización de los niños y niñas y adolescentes.

Marc Serra, concejal de Derechos de Ciudadanía, Participación y Justicia Global, explica por qué el programa Nausica es pionero en el Estado español: “No sólo llena un vacío sobre el que la Administración local no tiene ninguna competencia, sino que, de manera más importante, lo hace desde una perspectiva no asistencialista y empoderadora, con el objetivo de que las personas usuarias del programa puedan alcanzar el máximo nivel de autonomía a través del alojamiento y la inserción sociolaboral. Y eso es fundamental para personas que han tenido que huir de sus países de origen y que se encuentran en circunstancias muy complejas”.

Sobre la mesa: ¿cuáles son los éxitos y los retos de esta iniciativa? 

La cooperativa Broll, con la dirección de Ariadna Fitó, especialista en evaluación de políticas públicas, ha valorado los resultados del programa del 2019, incluyendo un conjunto de recomendaciones para contribuir a la mejora de este.

El programa obtiene, un año más, un impacto positivo y significativo en el incremento de la autonomía de la población atendida. El dato más destacable es el número de inserciones laborales del programa (46 %), a pesar de que la precariedad de estas es tan elevada que se produce un importante número de salidas de Nausica, hecho que genera que las personas estén expuestas a graves dificultades de acceso a una vivienda autónoma.

Sube hasta el 46 % la reinserción laboral, a pesar de ser precaria

Nausica busca la autonomía de las personas en demanda de asilo en su ciudad de acogida, Barcelona. Para cubrir las necesidades básicas de una persona, el primer paso es la obtención de un trabajo. El 46 % de la población activa del dispositivo ha conseguido como mínimo un contrato laboral, un dato ligeramente superior al análisis del 2017 (+3,1).

Pero la precariedad del mercado laboral se vuelve desgarradora en este colectivo: el 40 % de la población que ha conseguido trabajar en el mercado formal durante su estancia en el programa lo ha hecho un máximo de tres meses. Solo un 2,5 % ha conseguido contratos superiores a los nueve meses (un tanto por ciento que se reduce frente el 5 % de los datos del 2017). Debido a la corta duración de los contratos laborales, el 34 % de las personas que han trabajado mientras estaban acogidas por Nausica han firmado un mínimo de dos contratos. Hay que sumar también un porcentaje que se mantiene inamovible en relación con otras ediciones del programa: el 10 % de las personas en edad activa en el dispositivo que han trabajado en la economía informal.

El 46 % del número de personas han sido reinsertadas laboralmente, el 2,5 % con contratos de larga duración

Lo 87,4 % de las inserciones laborales que se producen durante la estancia en Nausica son aquellas vinculadas al sector servicios como la restauración, la hostelería (cocineros/as, lavaplatos, etc.) y trabajadores/as no cualificados (mozos de almacén). Un segmento laboral caracterizado por la contratación temporal y a tiempo parcial y que supone que solo el 25 % de las personas que han trabajado lleguen a salarios que se equiparen al salario mínimo interprofesional.

Es una moneda de doble cara, tal como explica Fitó: “El programa tiene unas tasas de inserción laboral satisfactorias, y más todavía teniendo en cuenta la complejidad de las situaciones que se atienden, aunque son inserciones precarias marcadas por una alta temporalidad, medias jornadas o inferiores, y salarios bajos como para hacer frente a una vida autónoma económicamente en la ciudad de Barcelona”, sentencia la experta.

Una posible mejora de esta realidad sería, para Fitó, “la implicación de las empresas para conseguir inserciones laborales continuadas, ya que solo el trabajo sin intermitencias promoverá estabilidad económica en las personas usuarias. Las experiencias de programas más exitosos en inserción laboral de personas refugiadas tienen en común la participación de empresas en los programas, ya sea en formación por capacitación laboral, como en la posterior contratación”.

Competencias lingüísticas

Llegar a Cataluña es entender a nuestra sociedad plurilingüe. En la evaluación del programa Nausica del 2019, persiste el desajuste de cobertura del programa en aprendizaje del catalán, aunque se ha visto reducido en un 15 %, en relación con el 2017. El año 2019, el 62 % de las formaciones han sido de castellano y el 38 % de catalán.

Por parte de los y las usuarias del programa, se siguen justificando las dificultades de aprendizaje de dos lenguas  y se prioriza el uso del castellano argumentado que ya se han iniciado previamente en esta lengua. En su paso por el programa, prácticamente la totalidad de las personas usuarias consiguen entender el castellano 97 %, el 51,5 % lo hablarían, y el 44,6 % lo escribiría.  Con respecto al catalán, los resultados son muy buenos: en el año 2017 un 36,7 % de las personas usuarias salían del programa entendiendo el catalán; en el 2019, más de la mitad de la población atendida, el 53 %.

Si analizamos la brecha de género, persisten mayores niveles de conocimiento de lenguas a la entrada en el programa en hombres que en mujeres (castellano y catalán), una desigualdad que se ve significativamente reducida a lo largo de la estancia en el programa. Tanto es así que, a la salida, los niveles de conocimiento del castellano se equiparan y en el caso del catalán se superan (+12,1 %). Un 59,1 % de las mujeres salen del programa entendiendo el catalán, frente al 47 % de los hombres.

Las competencias lingüísticas son básicas para la inserción laboral, y algunas cifras lo demuestran: entre las personas que no entienden el castellano no se ha producido ninguna inserción laboral; en cambio, el 59 % de las personas que entienden el catalán se han insertado laboralmente.

La lucha para generar autonomía personal y social 

Facilitar la vida en la ciudad de acogida no es solo una dimensión económica y laboral. Hay que tener en cuenta también la vertiente personal y social, que es clave para el éxito.

En este punto los datos vuelven a ser esperanzadores, ya que, al acabar el programa, las personas beneficiarias de Nausica incrementan la autonomía personal y doblan su autonomía social. 

También hay que explicar, sin embargo, que el servicio de Nausica acumula, año tras año, aquellos perfiles de baja autonomía, tanto personal como social y económica, de personas usuarias con más dificultades de salida: son personas con graves dificultades de consecución de la autonomía y que entran en fase de desistimiento.

Se observan procesos de retroceso en la autonomía personal y social, especialmente en población masculina, que sería más proclive a entrar en fase de desistimiento: menos aceptación de la responsabilidad y actitudes más pasivas para la mejora de la situación.

A pesar de todo, las cifras globales son buenas: pasados tres meses de estancia en el programa, cerca del 75 % de la población dispone de niveles óptimos de autonomía personal, el 44 % de autonomía social y el 21 % de autonomía económica. 

Salir del programa, retos de futuro y cómo afectará la crisis del coronavirus

Las salidas del programa son, en la mitad de las ocasiones, para la consecución de la autonomía (un dato idéntico al del 2017). Solo el el 5,6 % sale por expulsiones (un dato que ha bajado muchísimo, situado en el 2017 en el 19 %). De entre los que salen, la cifra de perfiles individuales es superior: un 14,2 % más salidas de éxito en autonomía que en núcleo familiar.

Una vez fuera, uno de los retos que preocupan y persiste, es la dificultad de vinculación con los servicios sociales. Solo el 31 % de las personas que salen del programa se vinculan de manera óptima a los centros de servicios sociales, y la escasa o nula vinculación de las personas usuarias en los centros afecta a un 69 % de la población atendida en el dispositivo. Desde la Concejalía, son conscientes de ello: “La vinculación con los servicios sociales de las personas usuarias previa a su salida del programa es una cuestión que tenemos pendiente, pero que en este mandato podremos  trabajar más fácilmente dado que formamos parte de la misma Área de Derechos Sociales”, apunta Serra.

El programa tiene éxito pero también algunas carencias generadas, en parte, por cómo se configura el sistema laboral y social en Barcelona. El concejal Marc Serra explica: “Hay cuestiones que tenemos muy claras que se tienen que desarrollar y que ya estamos trabajando, como es la articulación efectiva de la voluntad de la sociedad civil a la hora de acoger a las personas refugiadas mediante programas de acompañamiento de implicación más activa, que puede darse junto con la necesidad de incrementar la intervención grupal y la participación comunitaria; estudiar la posibilidad de participación en el programa por parte de empresas, o la la necesidad de una estancia en el programa más prolongada”.

El futuro, además, en junio del 2020 es incierto, a causa de la pandemia global vivida en los últimos meses. ¿Cómo afectará a la ciudadanía barcelonesa, y en concreto, a las personas solicitantes de asilo? Según Serra, “todavía es pronto para poder aventurarnos sobre cómo afectará la crisis económica y social derivada de la COVID-19 a los colectivos más vulnerabilitzados, porque todavía tenemos que saber cuál será finalmente el alcance de esta crisis. Sin embargo, desde el Ayuntamiento de Barcelona tenemos clara cuál tiene que ser la prioridad en un contexto como este, y es salvaguardar los derechos de todos los vecinos y vecinas de la ciudad, incluidas las personas solicitantes de asilo y refugiadas, y poder acompañarlas hacia el nivel óptimo de autonomía personal, social y económica”.

El presente, se impulsa el programa de acogida de personas refugiadas Nausica incrementando la inversión en 500.000 euros, hasta los 1,5 millones, cosa que permitirá este año aumentar la capacidad del servicio en 37 plazas, hasta las 120.