“Estoy orgulloso de haber salido adelante con mi trabajo desde el principio”
14/11/2019 - 15:30
Entrevista. Hablamos con Pierre Kassab, de origen libanés, que llegó a Barcelona en los años noventa como demandante de asilo político.
Pierre Kassab es miembro de una familia libanesa que, durante la guerra del Líbano de los años ochenta, sufrió la guerra civil fratricida entre facciones religiosas. A causa de su profesión, guardaespaldas de políticos, conoció de cerca sus agendas ocultas y decidió que no quería participar en ello. Huyó y llegó a Barcelona. Aunque en un principio no tenía la intención de pedir asilo político, muy pronto vio que corría peligro de que le hicieran volver a su país y, por lo tanto, la solicitud de protección internacional era la única salida. Treinta años después, Pierre es un pequeño empresario de la restauración y se siente barcelonés de pies a cabeza. Hablamos con él en su restaurante de la calle de Verdi.
Durante los años ochenta el Líbano estaba hundido en una guerra civil terrible. ¿Saliste de allí por eso?
Mi familia y yo ya habíamos dejado nuestro pueblo porque cayó bajo el poder de un grupo integrista musulmán. Solo por nuestro nombre cristiano, nuestra vida estaba en peligro. Vivíamos en Beirut cuando me alisté en el ejército. Al cabo de un tiempo hice de guardaespaldas de diferentes políticos. Este trabajo me permitió ver que todo estaba podrido por dentro. Mis jefes decían una cosa de cara a la galería (y a la población que sufría) pero después, por detrás, se entendían con nuestros “enemigos”, y todo ello no tenía ningún sentido. De hecho, me marché casi al final de la guerra, en 1989.
¿Por qué escogiste Barcelona? En esa época, desde allí, ¿cómo veías España y Europa?
Vivía justo al lado de la embajada española y, por mi trabajo, conocía a mucha gente, entre ellos el embajador español. Le expliqué que había dejado el trabajo de guardaespaldas y me dijo que fuera a España, que él me podía dar el visado. Además, tenía un primo que vivía aquí y que me podía echar una mano. La verdad es que no recuerdo qué pensaba de Europa en aquel momento. Sí sabía que en Beirut la vida era muy complicada y peligrosa, y quería salir de allí como fuera.
“La verdad es que me sentí muy bien acogido: me trataron muy bien, me ayudaron sobre todo con el idioma”
¿Cuando viniste ya pensabas solicitar asilo político? ¿Cómo te acogieron en Barcelona?
No tenía ni idea sobre qué haría una vez aquí. No sabía ni qué representaba solicitar protección internacional. Fue cuando me presenté en la Cruz Roja (porque mi primo me lo recomendó) cuando me aconsejaron que hiciera la solicitud. La cuestión es que yo, por encima de todo, no quería volver ni que me hicieran volver. Así que les hice caso. Y la verdad es que me sentí muy bien acogido: me trataron muy bien, me ayudaron sobre todo con el idioma, ya que solo hablaba francés y libanés. Iba a clases de castellano un par de veces por semana en el espacio de la Cruz Roja de la plaza de Espanya y también hacíamos salidas por la ciudad con personas voluntarias, con algunas todavía mantengo la relación.
“Jordi me enseñó muchísimas cosas, no solo sobre la profesión, en la que era muy bueno, sino también cosas de aquí, como el tema del bilingüismo catalán-castellano”
¿Cómo te fuiste creando una vida en la ciudad?
De entrada, sabía que tenía que trabajar. No tenía los papeles definitivos, solo el permiso de residencia, y no podía buscar un trabajo con contrato, así que durante un tiempo un poco largo trabajé de mensajero motorizado. Rosa, una señora de una pequeña empresa, me daba las “carreras” y yo iba todo el día arriba y abajo con la moto. Fue entonces cuando empecé la vida aquí. Más adelante trabajé de albañil, en otra pequeña empresa, y el dueño, Jordi, me enseñó muchísimas cosas, no solo sobre la profesión, en la que era muy bueno, sino también cosas de aquí, como el tema del bilingüismo catalán-castellano. Él es muy catalanista, y ahora entiendo ciertas cosas de lo que sucede porque él ya me había hablado de ello. También trabajé en una pizzería y en una discoteca. Llegué a tener tres trabajos al mismo tiempo, pero no me cansaba.
Decías que al final nunca obtuviste el estatus de refugiado.
No es exactamente que no lo obtuviera, es que me acogí antes a una medida, que debió de ser una regularización, no lo recuerdo, con la que si mostraba un contrato de trabajo de una empresa de aquí obtenía todos los papeles, incluido el permiso de trabajo. Gracias a la empresa de mensajería, que me hizo el contrato, los pude obtener. Y como ya hacía tiempo que la guerra había terminado en mi país, hice la primera visita, pero solo de vacaciones. Más adelante me nacionalicé español.
¿Y cómo llegaste al negocio de la restauración?
Unos años después de venir logré ahorrar dinero y, como conocía un poco el negocio de la restauración porque había visto cómo trabajaban en la pizzería, aunque allí hacía de mensajero, finalmente cogí un local en el Poblenou y monté el Sundown. Fue mi primer restaurante. Hoy todavía funciona, aunque lo traspasé hace años. Después empecé la aventura en Gràcia. En total he abierto siete locales de restauración (incluido el del Poblenou). Sin embargo, ahora estoy centrado en este de la calle de Verdi, que empieza a funcionar muy bien.
Estoy muy orgulloso de haber salido adelante desde el principio sin haber tenido que pedir ayuda y viviendo de mi trabajo. Nunca he estado en el paro y he creado puestos de trabajo para otras personas.
Has formado una familia aquí. ¿Tenéis intención de volver al Líbano?
Aunque he tenido parejas catalanas, mi mujer es libanesa, la conocí en uno de mis viajes a Beirut, vino y tuvimos dos hijos. Yo no tengo ninguna intención de volver allí, excepto de vacaciones, pero mi mujer ni siquiera eso. Se siente bien aquí, y nuestros hijos tienen pocos vínculos con el Líbano.
Ahora hay protestas en el Líbano, ¿qué crees que hay detrás?
La corrupción es terrible. No me extraña nada que la gente proteste. El otro día leí que si los políticos devolvieran todo el dinero que han robado, el Líbano podría devolver su deuda, recuperar la prosperidad que había tenido hace muchos años y reducir las desigualdades. Habría que poner fin a este sistema político. La estructura se parece mucho a las facciones que había durante la guerra, muchos de los que ahora están en el Parlamento eran dirigentes de las antiguas milicias. Las protestas han empezado por un impuesto de 6 dólares al mes por utilizar WhatsApp, pero es solo la gota que ha colmado el vaso porque la gente está cansada de pagar mientras el Gobierno roba abiertamente.